Un ataque de ransomware es más que nunca una situación real, que pondrá a prueba la resiliencia real de los líderes de la seguridad y la tecnología responsables de dar soporte y guiar el sobreesfuerzo de todo el equipo: No existe viento favorable para quien no sabe a dónde se dirige.
Todas las áreas de la compañía, sin excepción, se ven envueltas en un ejercicio que ha dejado de ser la prueba teórica aburrida en la que todos participan para garantizar la recuperación en un escenario de desastre, bajo control y supervisión de un reloj, que suele finalizar en los plazos esperados sin mayores contratiempos dada su cuidadosa planificación. Se convierte en una situación real, que pondrá a prueba la resiliencia real de los líderes de la seguridad y la tecnología responsables de dar soporte y guiar el sobreesfuerzo de todo el equipo: No existe viento favorable para quien no sabe a dónde se dirige.
Como todo escenario de desastre siempre hay una chispa, una pieza de dominó que cae e inexorablemente arrastra a las demás que la acompañan: El comienzo del cifrado de un equipo. Es ese momento, en el que el CISO (Chief Information Security Officer) recibe la llamada que activa el comité de crisis, en el que de verdad se activa la resiliencia de la ciberseguridad. Porque de ese rol depende el tomar las primeras decisiones adecuadas para contener y remediar mientras que a su vez da soporte y da su mejor consejo al resto de la compañía para ayudar a priorizar cada línea de acción y dar más viento a las alas de la tecnología: Lo que se decida en esos primeros momentos será lo que marque el tiempo de recuperación de la compañía.
